En el blog pasado hablábamos de cómo pasar por el proceso de dejar ir a una persona. Dejar ir una relación que más que darnos alegría nos restaba y no contribuían en un balance saludable.
Sin embargo, hay otras cosas que también nos cuestan dejar. Es como si de momento somos “horders” de cosas, sentimientos, gente y de creencias que a su vez se han convertido en nuestra personalidad. Aunque estes convencido de que esa personalidad no es tu óptima personalidad y que no es del todo cónsono con lo que quieres ser en pensamiento, has decidido no darle mucha cabeza porque pareciera que al final da más trabajo analizarte y cambiar esos paradigmas. Pero un buen día llega esa luz de autorreflexión y nos pasa factura porque nos damos cuenta de que nuestra personalidad no nos está dejando vivir a plenitud y que ya no aguantamos más esa auto contestación de “yo soy así”. Nos ponemos viejos y por suerte más sabios así que empiezas a dejar esa actitud de sabelotodo y empiezas a preguntarte por tus creencias, pensamientos y acuerdos mentales que hiciste con la sociedad o la cultura.
Algunos de ellos son:
- Me casé para toda la vida.
- El temor de Dios garantiza “algo”.
- La sangre pesa más que el agua.
- Todos debemos tener una religión.
- Estoy tarde para casarme.
- Es sinónimo de éxito comprar casa.
- Nadie empieza una carrera a mi edad.
- Mis padres son demócratas así que seré demócrata.
- Siempre he sido racista y no me ha ido mal.
- La mente está unida al cuerpo o viceversa.
- La silla de ruedas está atada al prejuicio, sería muy cansón cambiar ese pensamiento.
- Los socialdemócratas adoptan elementos de los liberales y de los socialistas, ¿adoptaré una tendencia de moda o una que se acerca a lo que creo?
- Es la marca que siempre he comprado.
Como esos, podemos seguir añadiendo pensamientos rígidos que hemos ido coleccionando a lo largo de nuestra vida, pero lo cierto es que si has decidido por ver cambios en tu vida hay que cambiar la manera en la pensamos porque es el pensamiento es el que te lleva a la conducta.