Hace unos meses, unos familiares hablaron de la posibilidad de ir a Perú. Todos felices pero la verdad que, ¿quién quiere ir a Perú cuando aparentemente cuando se construyó el Cusco nadie tenía una lesión de la médula espinal? Pero bueno, la gente no necesariamente piensa en lo que pasamos a diario y no por insensibles, sino que no es su realidad y eso los pone a ver escenarios que no parecen ser tan difíciles. Después de unos minutos siempre te dicen: “te ayudamos” pero ya uno sabe que significa eso. Movimientos bruscos, daños a la silla de ruedas, traslados con golpes, vehículos no accesibles, etc. Lo peor/mejor de todo es que no hay maldad detrás de ellos, sino que al final, hasta se nos vira la tortilla y uno tiene que ser sensible para ellos. Yo estoy segura de que saben de lo que estoy hablando.
Pero, ya saben que no todo es negativo. Mi viaje a Cusco, aunque planificado siempre corrió con pormenores. Los guías y vendedores de tours dicen y hacen lo que sea con tal de venderte boletos, pero la verdad es que el Cusco NO es nada accesible y si no vas con personas que te carguen no podrás acceder a ninguna parte. Hay varios caminos, unos más largos, empinados y el camino más suave es el camino 3. Tendrías que subir unos diez escalones y después unos diez más. Estos escalones primero se subiría la silla y luego subirías tú en brazos con mucho cuidado pues también el camino es flaquito. Después de ese camino que toma quizás 20 minutos llegas a una terraza que tiene una muy buena vista y entonces viene la parte linda. Si algo se desarrolla en las personas con lesiones de la médula espinal son los cuentos, la imaginación para ver la historia y esa vista 3D que se nos desarrolla. Imagina ver todo este imperio vivo, un lugar político, un centro espiritual y sede del gobierno Inca. Un lugar con mucha ingeniería y respuestas de la agricultura moderna sin intervención de los españoles o intervenciones modernas. Pues sí, todo un lienzo de imaginación e historia que peleaba con mi dolor de espalda.