Cada año en noviembre se cumple el aniversario del accidente de mi esposo. Cada noviembre es diferente; ambos vivimos el duelo de diferentes maneras. Este año en particular se cumplen 15 años, con ello yo cumplo 15 años como cuidadora principal de mi esposo que vive con una lesión medular, y no voy a mentir; ha sido una montaña rusa de emociones.
Mi vida como cuidadora todos estos años me han enseñado de paciencia y resiliencia. Pero también me han enseñado lo difícil que es esta labor. Cuidar de un ser querido que ha sufrido una lesión medular es una tarea que no cualquiera puede desempeñar. Siempre me he considerado una mujer empática y que se preocupa por el bienestar de los demás, y creo esto ha ayudado estos años a que mi papel en el cuidado sea menos difícil, sin dejar de lado el amor y respeto que siento hacia mi esposo.
Pero también existe el lado difícil, duro y muy complicado de ser cuidadora. Hay una línea muy delgada entre desprender tu cerebro del cuidado y de tu vida como persona. Al ser la cuidadora principal me cuesta mucho apagar el “chip” por así decirlo; estoy al pendiente todo el tiempo, como un soldado listo para servir, para hacer la vida menos difícil a mi esposo, podría decir que es parte de mi lenguaje de amor, y el cuidado lo intensifica. Demuestro mi amor con actos de servicio.