Recuerdo muy bien las primeras noches cuando regresamos a nuestro apartamento después de haber estado en el hospital de rehabilitación. No sabíamos lo que nos esperaba, fue muy agotador para ambos. En el hospital de rehabilitación, me quedaba a dormir con él, acomodé un sillón cama y me permitían estar con él todo el tiempo. Dormir en un cuarto de hospital es cansado, ya que constantemente los enfermeros entraban al cuarto para administrar medicamento y mover de posición a mi esposo para evitar una lesión por presión. Yo tengo el sueño ligero, y cada que entraban enfermeros me despertaba, pero me era fácil regresar a dormir ya que yo no tenía que hacer el trabajo.
Llegó el día de regresar a casa, fue un gran alivio saber que por fin regresamos a nuestro hogar, y descansar del ambiente de estar en un hospital. Pero también, no teníamos la menor idea de lo que nos esperaba por las noches, ya que ahora me tocaría a mí hacer el trabajo.
Por fin llegó la hora de dormir en nuestra cama, me sentía tan bien de estar ambos compartiendo nuestra cama, un toque de normalidad. Dos horas después suena la alarma, llegó el momento de hacer el trabajo que las enfermeras hacían, luego sonó otra alarma para ayudar con la sonda y vaciar su vejiga, después lavar la sonda y secarla y regresar a la cama. Fue muy difícil despertar cada dos horas por mucho tiempo. Sentía que no dormía, y obviamente mi esposo tampoco, su cuerpo se estaba ajustando a nuestra cama, y había mucha incomodidad para él; él también sufrió las primeras noches.
Poco a poco fuimos adaptándonos, ahora él se puede mover en la cama con su brazo derecho y unas cuerdas que estaban atadas de lado a lado para que le pueda jalar, si él necesitaba reacomodar su cuerpo solo usaba las cuerdas, así no me tenía que despertar. También, descubrimos las sondas que se pueden dejar en la vejiga por varias horas para vaciar la vejiga y estas están conectadas a una bolsa urinaria.