Siempre me han encantado las lluvias. Donde yo crecí, los días lluviosos significaban salir a jugar y disfrutar; la lluvia era diversión. Incluso de adulta me gustan las lluvias y el sonido de los truenos. Pero mi gusto ha cambiado después de la lesión de mi esposo.
Este año en California nos ha tocado mucha lluvia. En esta área donde vivo, tuvimos una sequía, y hoy con la lluvia y nieve, las cosas parecen que van a mejorar. Cuando el clima se encuentra lluvioso, o con pronóstico de lluvia por días, para nosotros significa no hacer planes para nada. Pero, si nos tocará andar en la calle y empieza la lluvia, viento y frío nos enfrentamos a algunos retos. Cuando sucede esto es difícil, empezando por: tener que bajar la silla de ruedas mientras llueve, hay que cuidar que no se moje, armarla si se tiene que armar, sujetar el paraguas para que no se moje el cojín y el respaldo. La transferencia de mi esposo a su silla se complica más, ya que tengo que estar sujetando el paraguas con mi hombro y mejilla, al mismo tiempo, ayudar a mi esposo a que se deslice en la tabla de transferencia. Tengo que ser muy cuidadosa para que no se caiga; mi esposo está paralizado del pecho para abajo y también no puede mover su brazo izquierdo, entonces él no puede ayudar, ya que se tiene que deslizar y sujetar como pueda con un brazo.
Lo que es peor, es que la lluvia afecta el dolor neuropático. Cuando la presión atmosférica cae, el cuerpo detecta el cambio, los tejidos blandos se hinchan y el líquido de las articulaciones se expande. La expansión y contracción alrededor de las articulaciones puede irritar los nervios, por eso puede que cuando haya lluvia haya más dolor. Los días lluviosos que nos tocan en la calle, y el dolor neuropático de mi esposo hacen que todo sea más complicado.