Once días después de que Christopher Reeve se destrozara las dos vertebras superiores en el accidente de equitación que casi lo mata, Dana Reeve hizo una fiesta para su hijo.
El momento era pésimo pero el encantador niño cumplía tres años y había que festejarlo.
La fiesta se lleva a cabo en un pequeño salón de la unidad de cuidados intensivos y lo filma un amigo para compartirlo después junto a la cama de Christopher. Hay pastel y un payaso y Will Reeve, feliz, zigzagueando entre un mar de adultos entra al hospital entre camillas.
A la mitad de la fiesta improvisada, la cámara se detiene brevemente en Matthew y en Alexandra Reeve. Tienen 15 y 11 años respectivamente, y entre las brillantes sonrisas que dirigen a su hermano, de repente sus caras se tornan tensas y sus cuerpos se quedan inmóviles. Desde el accidente, habían visto a su padre luchar contra la neumonía y sobrevivir una peligrosa operación para volver a sujetar el cráneo a la columna vertebral. Le tomaron de la mano entre una maraña de tubos que lo conectaban a un respirador que lo mantenía con vida. Entonces se dieron cuenta de que podían perderlo.
Pero ese día mantienen el dolor bajo control, para ese pequeño. La escena es desgarradora y al mismo tiempo hermosa, un atisbo de una familia que se esfuerza por apoyarse.
Ese momento profundo y privado es uno de muchos que se entretejen en “Super/Man: La Historia de Christopher Reeve”, una nueva película que no solo rinde homenaje a la vida extraordinaria de Reeve, sino también al amor que lo rodeaba.
Los directores Ian Bonhôte y Peter Ettedgui utilizan una riqueza de películas caseras nunca antes vistas y materiales archivados que comparten por primera vez los hijos de Reeve y que muestran claramente a un hombre complicado. Las escenas muestran momentos anteriores y posteriores de la vida de Christopher, que exploran todo, desde su difícil relación con su padre y la intensa fama que le llegó con “Superman” hasta la desesperación que lo asestó en los días después del accidente. Narrada en gran parte por el mismo Reeve con el audio original de su autobiografía: “Still Me” (Sigo siendo yo), el efecto general es íntimo y al mismo refleja una gran fuerza.
“Alexandra, Will, y yo formulamos este desafío en nuestra primera conversación pues no queríamos hacer una película de mitades, “antes y después del accidente”, dice Matthew. “La historia de mi padre es mucho más interesante. Ian y Peter encontraron el tejido emocional y temático que conecta los dos lados del accidente, y cruzan el puente remontándose de atrás para adelante de manera verdaderamente elegante. Es extraordinario”.
La película, que llega 20 años después de la muerte de Christopher, estimula al público a que comprenda mejor las complejas ambiciones que lo moldearon, no solo en su trabajo como actor, sino como atleta, defensor y padre. Aquí, Christopher triunfa y lucha, y su ausencia en la vida infantil de Matthew y de Alexandra, sus frustraciones con la película que lo definió y su intermitente impulso ciego por transformar la investigación de lesión de columna, tienen la misma importancia. Y esa es la idea, dice Matthew.
“Queríamos que quien se encargara de esto, creara un retrato de 360 grados de una persona que era increíble y tenía fallas, que era heroico y valiente, que tenía miedos y preocupaciones”, agrega.